El Isabella Paradiso no tiene un lugar, ni tampoco una época. Está abierto desde todos los tiempos, nunca puede estar cerrado para servir a todas las almas que acaban de pasar a un mundo mejor. Allí van a parar las almas que no quieren un descanso o no pueden tenerlo, las almas impuras.
Su dueña (yo) le tiene tanto miedo a la muerte que se comprometió a regentar este antro y servir copas a todos estos desgraciados para no sentir nunca la sensación de echar el último aliento.
Si quieres encontrarlo primero tienes que dejar este mundo y cuando camines por la ardiente autopista antes de cruzar las puertas hacia el infierno verás este humilde bar de copas.
Si deseas sentir un poco esa sensación infernal éste es tu sitio, tu decides: El cielo lleno de viejos o una eternidad jovial y sin descanso.

Muérete y pasa por aquí a tomarte una copa ;)

Bienvenido al Isabella Paradiso.

Por toda la eternidad.

Vari, de varicela. Así le llamaban con cariño ya que alguna vez todos la habían tenido.
Nunca compartía un amanecer con la misma persona. Consideraba cada comienzo del día es único.
La criticaban con la típica frase: Lleva una vida alegre.
Seguro que la llevó mucho mejor que todas las vuestras llenas de envidia.
Envidia de no tomar las riendas de nuestra vida como queremos y hacer con ella lo que nos dé la gana y encima sentirnos orgullosos de ello.
Ella lo hizo, vivió intensamente cada día de su vida hasta que murió olvidada y rechazada por aquellas personas que, en el fondo, anhelaban hacer lo mismo.
Eso me dijo al oído mientras yo le servía una copa y ella metía la mano en la cremallera de un hombre para enseñarle, dentro del infierno, lo que era llegar al Cielo.

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