El Isabella Paradiso no tiene un lugar, ni tampoco una época. Está abierto desde todos los tiempos, nunca puede estar cerrado para servir a todas las almas que acaban de pasar a un mundo mejor. Allí van a parar las almas que no quieren un descanso o no pueden tenerlo, las almas impuras.
Su dueña (yo) le tiene tanto miedo a la muerte que se comprometió a regentar este antro y servir copas a todos estos desgraciados para no sentir nunca la sensación de echar el último aliento.
Si quieres encontrarlo primero tienes que dejar este mundo y cuando camines por la ardiente autopista antes de cruzar las puertas hacia el infierno verás este humilde bar de copas.
Si deseas sentir un poco esa sensación infernal éste es tu sitio, tu decides: El cielo lleno de viejos o una eternidad jovial y sin descanso.

Muérete y pasa por aquí a tomarte una copa ;)

Bienvenido al Isabella Paradiso.

Tardes en la azotea.

Cuando me marché a la ciudad tenía 17 años, pesaba menos de 47 kg y no tenía ni idea de nada (mucho menos que ahora, vaya). No sabía la vida que allí me esperaría y lo llevaba con una perspectiva bastante pesimista en todos los aspectos. Esto se debió a muchas cosas que pasaron en aquél año 2007. Una de ellas fue el momento de separación casi total con mis amigos de siempre. Unos y otros han tenido un rumbo pero ese año cada cual tenía que irse a una ciudad distinta.

 El tiempo al principio se hacía muy lento y me sentía como si estuviera andando por una gran carretera que nunca tenía fin. Cuando terminaba el curso yo volvía a la azotea, sola.
Pasaba los días coleccionando atardeceres y bebiendo cerveza. En alguno que otro me acompañaba uno de mis amigos en aquellas tardes soleadas.
Hoy he recordado todos los veranos vividos hasta ahora. Algunos muy buenos, inolvidables: En Barcelona. También mi estancia en Zaragoza durante los meses de julio y agosto por 2 años. Corriendo de madrugada por las calles de un pueblo aragonés, su feria, bailando sin parar música Rock hasta que amanecía. Las largas caminatas por la carretera con mi amigo Migue yendo de un pueblo a otro para ver a un buen amigo. Las fiestas de mi pueblo en la que de todas las noches al día siguente teníamos una anécdota que contar.

 Otros veranos también han sido muy tristes pero de todo lo malo sale algo bueno por eso he llegado hasta aquí para contaros esta mierda. Después de 5 años la vida de todos ha cambiado mucho: las perspectivas, los valores, incluso las cosas que creíamos que no tendrían solución. Todo pasa. A pesar de todo seguimos siendo los mismos, ya lo hemos comprobado este verano al haber podido estar todos en la azotea de nuevo, recordando todas las canciones que marcaron alguna vez nuestra vida en común. Todos los veranos que, como dice el anuncio, queríamos que se hicieran eternos.

 He podido disfrutar de las noches mirando las estrellas con mi amiga Ruth y nuestras conversaciones trascendentales y sin entender cómo la Osa Mayor puede ser un cazo, también con su novio Javi hablando de política y recitando trozos de la película de La vida de Brian.
De la importancia de todo ello me di cuenta mientras mi amigo Migue y yo nos quedamos en silencio contemplado cómo el sol se escondía.

 En lo poco que llevo de vida he visto muchos amaneceres y atardeceres: intensos, inolvidables, da igual el sitio, lo que importa es con quien los he visto. Muchas de esas personas ya no me acompañan en ellos por diversos motivos y otras a pesar de los años y de lo vivido seguimos juntandonos en este lugar:una azotea vieja con tres hamacas de playa. No es Madrid, ni Venecia, ni París pero para mí es uno de los lugares más especiales del mundo.

Yasgur's Farm

Amanece.
Estoy tumbada en la cama sin poder levantarme. Mi estómago lleva desde las 6 de la mañana rugiendo. No puedo dormir.
La cabeza me sobresale por uno de los lados de la cama y al revés observo como una cucaracha sale de un agujero de detrás del enchufe.
Suena en mis cascos Woodstock de Joni Mitchell.

Me encontré con el hijo de Dios. Estaba caminando por la carretera.
Yo le pregunté: ¿A dónde vas?
Y él me dijo: Voy a la granja de Yasgur, voy a participar en una banda de rock and roll. Voy a acampar en la Tierra. Voy a hacer mi alma libre.


Observo a la cucaracha un buen rato hasta que decido levantarme.
Camino por el pasillo a oscuras hasta el salón y acerco el sofá al ventanal que da al balcón y mientras todo está en silencio y oscuro, puedo contemplar el comienzo de un nuevo día.

Somos polvo de estrellas, somos de oro. Y, sin embargo, tenemos que meternos de nuevo en el jardín.


Son las ocho y media. Por suerte o por desgracia toca ya salir del Limbo y comenzar a vivir.
Voy al servicio y me miro en el espejo: Mi camiseta gris sucia, las ojeras marcadas por la falta de sueño, el pelo con más nudos que una red de pescadores. En resumen, estoy hecha una mierda.

Mi otro yo desde el espejo se ríe mientras me dice: Apresúrate y aprovecha las horas. Cada día es uno menos, que nada más que piensas gilipolleces.

Me doy una ducha rápida y sin perder el tiempo me visto, me maquillo teniendo mucho esmero en tapar algunas imperfecciones de mi cara.
Siempre que llego al ritual del maquillaje me hago la misma pregunta: ¿Acaso no tapamos del mismo modo las imperfecciones de nuestra vida? Para que los demás no salgan huyendo.

Recojo las cosas, arreglo más o menos todo y salgo a la calle con una sonrisa pintada en la cara para asistir a clase y a relacionarme con la gente sin parar cuando lo que realmente me separa de todo esto es un abismo. En mi cabeza sigue sonando la canción que escuchaba esta mañana:

No sé quién soy, pero sabemos que la vida es para aprender.

Isabella Manifesto.

De mi experiencia acerca de comunicarme con la raza humana debo destacar ciertos aspectos:
Hablar con alguna gente hace que el dolor de mi menstruación aumente considerablemente y mientras lo noto, me doy cuenta de que la cultura en determinadas personas junto con la falta de autoestima es una mala combinación.


Dedicado a aquellas personas que varían muchísimo al estar en sociedad y al llegar a casa son unos cazurros.

Sin mirar atrás.

En el autobús hacía un calor sofocante.
Llegamos con las maletas y casi no pudimos meterlas. Otra vez tengo que volver a casa después de dos meses sin aparecer.
Primera parada, Enrramadilla. Dejo pasar a una chica, me da las gracias y se va al fondo del autobús.
Cada uno busca un sitio separado lo máximo posible de los demás como si tuviéramos alguna infección contagiosa.
Prado de San Sebastián, el autobús hace una parada eterna, la gente baja y sube, sigue subiendo más gente. Tenemos que apretarnos un poco.
El autobús arranca.
Avenida de María Luisa, se bajan algunas personas y sube una chica que tendría aproximadamente 20 años, bastante gordita, pantalones anchos, el pelo rapado y unas gafas negras de pasta.
Dos chicos se miran un instante y se ríen, uno le dice al otro en voz baja:

-Vaya tela como van las lesbianas últimamente con tal de llamar la atención.

El otro le contesta:

-Probablemente ni sea lesbiana, pero tiene que tener la autoestima por los suelos y necesita sentirse diferente.

Llegamos a la avenida Virgen de Luján y la chica se baja y va caminando por la avenida con la cabeza agachada sin mirar a nadie.

Recorre el autobús toda la avenida hasta que llega a otra parada. Sube un matrimonio muy mayor y mientras el marido se sienta a leer el periódico, la mujer se acerca a la cabina del chófer.

-Buenas tardes, señor ¿la parada para ir a la Clínica Santa Isabel en Triana?

-Mire, señora, hable más fuerte porque no me entero.

-Disculpe (le repite lo mismo) y también le pregunta si es posible que le avise cuando lleguen a dicha parada.

-Pffff, vamos a ver (le dice más o menos dónde está la parada pero parece que la mujer sigue sin enterarse ya que no puedes darle una explicación amateur sobre las paradas de Sevilla a alguien que, sólo por su acento, sabes que no es de Sevilla ni problablemente de Andalucía).

Un señor amablemente le dice a la mujer que no se preocupe, que él le avisa a ella y a su marido para que se bajen, que no hay ningún problema.
Al cabo de dos paradas más el hombre les avisa y, al salir del autobús, el marido deja en la silla donde se había sentado un periódico.
Quedan dos paradas más para llegar a la estación Plaza de Armas.
Entra un matrimonio con el hijo en un carrito. La mujer coge el periódico, lo ojea y lo tira hacia un resquicio que hay entre los asientos del autobús.

Penúltima parada.

Nos ponemos en la puerta y, como aún falta un poco, le pido el periódico a la mujer que me lo da con bastante desgana. Le doy las gracias.
Pude leer que esta misma madrugada habían muerto dos niños. Uno por una madre que lo abandonó en un contenedor y otra a manos de su padre mientras su madre era testigo.

Como todo en esta vida, al llegar a la última parada dejé el periódico en una silla, cogí mi maleta y seguí con mi vida como si no pasara nada. Como hacemos todos.

Por toda la eternidad.

Vari, de varicela. Así le llamaban con cariño ya que alguna vez todos la habían tenido.
Nunca compartía un amanecer con la misma persona. Consideraba cada comienzo del día es único.
La criticaban con la típica frase: Lleva una vida alegre.
Seguro que la llevó mucho mejor que todas las vuestras llenas de envidia.
Envidia de no tomar las riendas de nuestra vida como queremos y hacer con ella lo que nos dé la gana y encima sentirnos orgullosos de ello.
Ella lo hizo, vivió intensamente cada día de su vida hasta que murió olvidada y rechazada por aquellas personas que, en el fondo, anhelaban hacer lo mismo.
Eso me dijo al oído mientras yo le servía una copa y ella metía la mano en la cremallera de un hombre para enseñarle, dentro del infierno, lo que era llegar al Cielo.

"Padre nuestro".

Hoy llegué de clase muy tarde, era prácticamente de noche cuando abrí la puerta de casa. Mi piso estaba totalmente a oscuras.
Entré en mi cuarto sin encender la luz y me coloqué en medio de la habitación mirando hacia arriba para rezarte.

Padre nuestro que estas en los cielos. (Si, en el cielo quitadito de todo y sin ningún problema).

Santificado sea tu nombre. (Aquí se te santifica mucho, sabes? Primero se cagan en tí a todas horas y luego van todos como ovejas a seguir a un trozo de madera recubierto de oro, (lástima que no fuera un Ferrero Rocher), con música estridente por las calles que nada más escucharla te entran ganas de suicidarte. La Semana Santa a mi madre le recuerda al becerro de oro de la Biblia y, lleva toda la razón).

Venga a nosotros tu reino. (Aver si es verdad porque aquí estamos como el culo).

Hágase tu voluntad. (¿Eso y ya está? ¿Sin preguntarnos alguna vez si tu voluntad es buena o mala? ¿También soy yo igual que Lucifer por cuestionarme mis creencias y tener crisis de fe? ¿También me expulsarás vilmente y me condenarás por preguntarme si el camino que sigo es el correcto?).

Dános hoy nuestro pan de cada día. (Te has olvidado de Somalia, viejo. De Somalia y de muchas personas a las que me encuentro por la calle rebuscando en la basura porque no tienen nada que llevarse a la boca. Y eso que mi país es desarrollado).

Perdona nuestras ofensas. (¿Seguro? Porque tienes bastante rencorcillo, eh? Igual que nosotros, que para eso estamos hechos a tu imagen y semejanza. Puestos a perdonar, ¿lo habrías hecho con Adán y Eva antes de condenarlos a ellos y a toda la Humanidad por comerse una puta manzana? Por un error que ni siquiera ellos eran conscientes de que cometieron ya que SE SUPONE que fueron engañados. ¿Perdonaste a todos los que perecieron a causa del Diluvio Universal? ¿Perdonaste a los de Sodoma y Gomorra? ¿Perdonaste al que hizo el primer coitus interruptus de la Humanidad? Si no dejaste al hombre ni explicarse cuando lo fulminaste).

Así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. (No hace falta que comente esto, verdad? XD).

No nos dejes caer en la tentación. (¿Has hecho tú algo para evitar los abusos de los niños por parte de tu Iglesia? Si, aquella a la que se confió a Pedro que significa Piedra y que es la base de tu casa y eso. Aquél hogar en el que todos debemos sentirnos seguros y confiar nuestro espíritu).

Y líbranos del mal. (No sé qué decirte aquí, la verdad. A saber que entiendes tú por mal...aquí lo estamos pasando difícil y eso que tú eres nuestro protector y nos has hecho pagar a toda la Humanidad por un error. Todos estamos infectados por el Gran Pecado Capital).

Tengo una crisis de fe, ¿sabes? De todo lo que veo día a día. Y yo no siento que tú des respuesta alguna si es que existes. Y la respuesta que me des no quiero que sea un accidente de coche, ni un rayo ni nada de eso. No seas rencoroso, hombre. Ni que tampoco me expulses del mundo como has hecho con TODOS los que se han preguntado tu palabra. Quiero que me expliques.

Una última cosa, no entiendo eso de que la gente se arrodille al rezarte. A mí no me ha arrodillado el peso de miles de problemas que he tenido encima y no lo voy a hacer contigo. Se supone que eres mi padre y un hijo no se arrodilla ante su padre, abre los brazos para recibirlo. Como dijo alguien una vez: Prefiero morir de pie que vivir de rodillas.

Amén.





Este rezo va dedicado a aquellas personas que no obtienen respuesta a todas las preguntas que se hacen a lo largo de la vida. A aquellas personas que han levantado un mundo, que han sonreído al pensar en un mundo mejor logrado con el sudor de su frente y que poco a poco lo han ido destrozando y que están comenzando a preguntarse que pasará ahora. ¿Ahora? Ya no sabemos cómo salir.

Isabella Manifesto.

Me encanta la gente fea que, por el hecho de leer el Vogue o el Cosmopolitan te miran por encima del hombro. Cariño, por mucha gimnasia facial que hagas ya que se ha puesto de moda, ese estropicio de la naturaleza no hay un Dios que lo arregle.